El Magazín Cultural
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Lo dejó todo para ser escritora

Después de haber sido víctima de desplazamiento y retención ilegal por parte de las Auc, Fennys Tovar decidió escribir su primera novela, una historia que trata la vida de una joven que fue violada por su padre y que en venganza se unió al grupo paramilitar.

Andrés Zambrano
17 de abril de 2016 - 02:00 a. m.

“Ha habido dos ocasiones en mi vida en las que me he dicho ‘voy a hacerme matar y no me importa’: cuando enfrenté a mi ex marido y le dije: ‘no le acepto un golpe más’ y cuando me encaré con el comandante paramilitar que me tenía secuestrada y le grité: ‘si quiere máteme, pero no le aguanto más una humillación, aquí estoy porque me trajeron con mentiras y ustedes están abusando de mí”. (Ver especial de la Feria del Libro)

Así recuerda Fennys Tovar, víctima de desplazamiento y retención ilegal, dos momentos intensos de su vida, pero el tercero fue cuando decidió ser escritora. “La necesidad de cambiar mi vida me llevó a escribir. Siempre fui vendedora ambulante y nunca levanté cabeza, problemas por todos lados. Un día vendí todo -el horno, el molino, las bandejas- lo que tenía del negocio, y me fui de Tauramena (Casanare) para Bogotá. Fueron seis meses duros, pero así pude hacer Las tres orillas, mi primera novela. Una de mis hijas me ayudaba, trabajaba y me daba para el arriendo. En los ratos libres yo conseguía turnos”.

Es una escritora a la que le cuesta hablar de su vida, especialmente de su infancia. “Nací en San Martín, Meta. Mi nombre tiene historia. En ese tiempo, finales de los años sesenta, no existían las ecografías y mi madre no sabía si era niño o niña. Ella me contó que cuando estaba en trabajo de parto hubo combates entre la guerrilla y los policías. En medio de los dolores en el hospital un policía que estaba agonizando se quedó mirándola y le dijo: ‘usted va a tener una niña, póngale Fennys, pero no como el ave, y así va a ver lo que pasa con ella”.

Vivió su infancia entre el hogar de sus abuelos y el de sus padres, de un lado para el otro. Los recuerdos la afectan y llora. Se seca las lágrimas y sigue adelante con su relato. Se detiene en el momento en que los paramilitares la retuvieron en un campamento en el Meta.

-Estaba en Villavicencio y me salió un supertrabajo, supuestamente en Terpel. Hablé con una amiga y le dije que me cuidara las niñas mientras trabajaba. Era muy lejos, en una finca pasando por Puerto López. De Terpel sólo había un aviso. La primera semana estuvo bien, la segunda también, pero en la tercera comenzó mi desgracia. No vendían gasolina y en cambio tenían una infraestructura de talleres, como para latonería de mecánica. Un día llegó un camión lleno de hombres uniformados, asumí que eran soldados. Todo parecía normal y de pronto escuché una voz que me decía.

-Y qué patrona, ¿cómo le ha parecido la causa?

Luego otro dijo:

-¿No le gustaría unirse a las filas?

Pensé, “esto no es el Ejército. Me di cuenta de que las insignias decían Auc (Autodefensas Unidas de Colombia)”. Me dije: “Se nos metieron los paracos, nos van a matar”. Las piernas me temblaban. Le comenté a un muchacho que trabajaba conmigo. Soltó la risa, y me contestó: “Asústese cuando se meta el Ejército, es que, ¿no sabe dónde está trabajando?’. Me puse a llorar.

En ese momento se me desbarató el mundo. Por la noche fui a preguntar y me explicaron. La zona era un gran campamento paramilitar y ese era el sitio de los mecánicos. Estaban muy bien organizados y tenían una parte donde estaban los médicos. Nos daban salida los sábados. Ese fin de semana, cuando me pagaron, les dije: “Muchachos, fue un placer, chao, me voy me salió otro trabajo”.

Los jefes me contestaron: “¿Y en qué momento sucedió? Si se la pasa con nosotros todo el tiempo. Usted no nos va a dejar, recuerde que entregó una hoja de vida y ahí puso sus datos. No se va, ya no tiene permisos. Se queda en la finca”.

No voy a decir que me martirizaron físicamente, porque no es cierto. Pero me obligaron a quedarme. El jefe inmediato nos humillaba, no era una buena persona y me le enfrenté. Quería que me matara. Le dije las groserías más grandes y el tipo sólo soltó una carcajada. Pero la vida tiene sus cosas. Me dicen que desde hace un tiempo le dio un trombo y vive recogiendo basura en las calles. Los hijos lo abandonaron porque no le perdonan que hubiera hecho matar a un sobrino. Cuando me contaron volví a creer en la ley divina.

En la finca conocí a la protagonista de mi novela Las tres orillas, Lulú. Estaba allí porque la iban a matar. Ella sabía su destino y me decía: “Mujer, usted está metida en la boca del lobo. Lulú -su nombre en la ficción- fue violada por su padre cuando tenía ocho años. El hombre también había violado a sus hermanos. Como le habían dicho que la guerrilla mataba a la gente mala, se fue de su casa y se les unió, su objetivo era asesinar a su padre. Durante un enfrentamiento con los paramilitares cayó prisionera. Estando allí dejó de importarle en qué grupo estaba, se le entregaba por completo al que quisiera apoyarla en su propósito. A mí me decían: “No se meta con ella porque, si fue capaz de matar a su papá, usted no sabe qué podría hacer si le saca la piedra. En otro tiempo yo habría dicho que asco de mujer, pero ahora no la juzgo.

Una asesina más, un violador menos, con esa historia aprendí que uno puede pasar fácilmente de víctima a victimario. Escribir su historia fue para mí un exorcismo. Ahora me quejo menos y por más difícil que me toque, me acuerdo de ella y digo “hay personas que viven cosas más duras, yo tengo sólo para el desayuno, pero las hay que se acuestan con hambre y con sed. El mensaje que doy es que lo importante es salir del charco y que cuando vencemos los miedos comenzamos a ser libres.

La relación de Fennys con su personaje se intensificó cuando las dos y un mecánico lograron escapar de la finca.

-Después de mi protesta, dejaron de pagarme y yo seguí trabajando. Los mecánicos estaban divididos en dos grupos. Un día hubo un robo de una pintura y cuando lo descubrieron los comandantes asumieron que nos habíamos prestado para eso. Nos pidieron “cantar” quienes habían sido, pero no sabíamos. Nos dejaron con uno que llamaban el Flaco, aunque lo detestábamos, ese día nos tocó unirnos. No tenía muy claro lo que estaba pasando hasta que otro mecánico me dijo: “A ustedes los van a matar”. Fui a buscar al Flaco y lo encontré haciendo la maleta.

-Me dijo: “Aquí es sálvese quien pueda, yo me voy”. El sitio donde nos tenían era un cuarto largo y en la parte de arriba había una cadena con un candado y una llaves. Salté, lo atrapé y con eso lo encerré. Me gritaba: “Cuando salga la voy a matar”. Le respondí: si usted sale, nos vamos los dos. Ni usted ni yo tenemos la culpa. Aquí nos morimos todos. Fuera de que me traen engañada, también me toca morirme.

Llegó el comandante y les dijo a los muchachos que estaban ahí: “Mañana vienen por ellos”. Cuando se fue, uno de los pelaos nos dijo: “Flaco, usted más o menos conoce la ruta para el sur, vuélese, aproveche que los manes están tomando”, y me pidió que le abriera. Pensé que era una trampa y le pregunté:

-¿Y usted por qué nos quiere ayudar?

-Contestó: porque usted siempre me ha gustado, así que váyase y yo veo que hago.

Le abrí con mucho miedo y comenzamos a correr. Duramos como dos o tres días caminando hasta que fuimos a salir a una vereda del Casanare. En el camino vimos varios campamentos, pero uno no sabía si eran paras, guerrilla o ejército. También teníamos la presión de las culebras. Tuvimos que pasar por un río y como no sé nadar, el chino me ayudó, resultó un héroe. Nosotros sólo confiábamos en la Policía y cuando encontramos un puesto fuimos hacia ellos. Sin embargo, no les contamos nada, les dijimos que estábamos perdidos.

Cuando llegué a Villavicencio mi familia se iba para Bogotá. Al poco tiempo me marché para Tauramena, donde duré como 8 o 9 años y pensaba que iba a pasar mis últimos días, hasta que me decidí a ser escritora. Viví con esa vaina de que desde pequeña llevo del bulto; de joven fue lo mismo, conseguí un marido terrible, más tarde traté de tener una microempresa de tortas, pero nada me salió, vivía al día.

A mí siempre me gustó la lectura y cuando estaba en el colegio escribí una historia que tenía 60 páginas. Se llamaba Yo no soy pero me parezco. Con esa obra ganamos el primer lugar del concurso de obras de teatro, la profesora de castellano me dijo que tenía mucho talento.

Desde entonces me la paso recogiendo hechos, detalles de lo que veo o vivo. De esas historias formo algo. En este momento tengo dos proyectos: uno se llama La cita. Lo saqué de algo que ocurrió cuando era pequeña. A mi bisabuela le gustaba visitar todos los lunes los cementerios y me llevaba. Allí siempre nos encontrábamos con un señor que lo veía ir todos los días, de 5 a 6 de la tarde, pero sólo entraba los lunes. Con una amiga nos acercamos y le preguntamos:

- “¿Usted a quién viene a visitar?”.

-Nos dijo: le estoy cumpliendo una cita a mi esposa, me lo dijo en una carta, si de pronto no vengo y ella llega, no me lleva.

 

Con el tiempo supe que el hombre apareció allí, muerto de un paro cardíaco.

El otro es sobre la escasez del agua, ya me metí en internet y averigüé todo lo que tiene que ver con los riesgos de las sequías y los nacederos.

Para escribir y publicar su libro encontró varios mecenas. La señora a donde llegó le ha perdonado sus constantes retrasos con el arriendo y a veces hasta le regala ropa.

Me monté la película de que era la superescritora, pero no fue así, me tocó buscar quién lo editara y quién me diera la plata para imprimirlo. Me ayudó la rectora del colegio José María Córdova, Liliana María Vega, a quien agradezco por ser la primera en creer en mí. Además, la a Unidad para las Víctimas me ayudó en la promoción y me dará un espacio en su stand para presentarlo.

Siento que este libro después de que se firme la paz cogerá mucha fuerza.

 

Programación Filbo

Mujeres: narrativas de la guerra a la paz

Escritoras, periodistas y activistas que han vivido el conflicto de diferentes maneras trabajan para contar la guerra y no repetirla. Además, artistas comprometidos con tender un puente entre el dolor y la sensibilidad de la sociedad contribuyen para la construcción de paz.
 
400 años de Cervantes y Shakespeare
 
La Feria les rinde un homenaje con charlas sobre la presencia fundamental del Mediterráneo en la obra de Cervantes; instrucciones para leer “El Quijote”; Cervantes y sus prólogos y una celebración literaria de los dos genios a partir de la inspiración que han marcado sus obras.
 
La noche de los libros
 
El viernes 29 de abril, la jornada de la Filbo se extenderá hasta las 10 p.m. Entrada libre al recinto ferial a partir de las 6 p.m. Tiempo durante el cual los asistentes disfrutarán de presentaciones musicales en distintos espacios con las agrupaciones "Tocó cantar", Bazurto All Stars” y noche electrónica con “One Night in Amsterdam”.
 
Filbo para la familia
 
Este espacio es una oportunidad para cantar, bailar, experimentar y jugar a partir de la lectura. Algunos de los encuentros enfocados a inculcar la paz en los más jóvenes son: “Los niños piensan la paz”, con Javier Naranjo; “Qué es la paz”, con Andrés Arias; o con una adaptación musical de “Mambrú perdió la guerra”, de la Universidad Cooperativa de Colombia.
 
¡Que viva la música!
 
La conmemoración de los 90 años del nacimiento de Rafael Escalona lleva a rendirle un homenaje con el acordeón incluido de Mimi Anayay los vallenatólogos Alberto Salcedo Ramos y Daniel Samper, quienes hablan sobre sus letras y su prosa musical. También estarán Fernando del Castillo, de 1280 Almas; Sandro Rey, y Juan Álvarez.
 
Encuentro de periodismo
 
La reinvención de los formatos tradicionales, una agenda periodística sin lugar para los tabús, las tragedias que se visibilizan y se globalizan, el derecho a la intimidad, entre otros, son algunos de los temas que congregarán personajes diversos como el caricaturista Matador, la  nobel Svetlana Alexiévich y periodistas como Alfredo Molano, Carolina Sanín, entre otros.
 
Congreso de Ilustración FIG
 
Cada libro es un universo. Los que diseñan los libros estarán reunidos durante la Feria desde el 27 de abril hasta el 1° de mayo, habrá talleres de cómic a cargo de la alemana Jutta Bauer; de dibujo urbano, con el suizo It’sRainingElephants; de concepto y composición, con el ecuatoriano Roger Ycaza, además de ilustradores de primer orden como
James Paick (Estados Unidos).
 
La Filbo, en Bogotá
 
La programación de la Feria se traslada a las localidades de la ciudad. Conciertos, talleres, teatro y cine son algunas de las apuestas del Distrito para acercar la literatura a distintos espacios. La biblioteca Virgilio Barco contará con la presencia de la princesa Laurentien van Oranje el 20 de abril, y Svetlana Alexievich, nobel de literatura, el 23 de abril.
 
 
 
 

Por Andrés Zambrano

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